Durante la Última Cena, Jesús les promete a sus apóstoles: “Mi Padre les dará otro Abogado, que estará con ustedes para siempre: el espíritu de Verdad”

Más adelante les dice: “Les he dicho estas cosas mientras estoy con ustedes; pero el Abogado, El Espíritu Santo, que el Padre enviará en mi nombre, ése les enseñará todo y traerá a la memoria todo lo que yo les he dicho.”.

Al terminar la cena, les vuelve a hacer la misma promesa: “Les conviene que yo me vaya, pues al irme vendrá el Abogado,… muchas cosas tengo todavía que decirles, pero no se las diré ahora. Cuando venga Aquél, el Espíritu de Verdad, os guiará hasta la verdad completa,… y les comunicará las cosas que están por venir”.

Invoquemos al Espíritu Santo para llevar adelante el anuncio del Evangelio, implorando sus dones, y así construir la unidad de la Iglesia, empeñándonos en vivir como Iglesia, en la santificación de las gentes, y en la santificación personal.

Que la Santísima Virgen María, quien supo darle lugar en su vida al Espíritu Santo y esperarlo junto con los discípulos para comenzar la vida de la Iglesia, nos enseñe a abrir nuestra vida a los dones de Dios para vivir en su paz.



ORACIÓN INICIAL

Dios Espíritu Santo,

Tú que eres la promesa que nos hizo el Señor Jesús,

que Él nos enviaría a otro defensor,

para que nos recordara todo lo que Él hizo y dijo;

Tú que transformaste la vida de los discípulos,

y los impulsaste a la misión,

llenándolos de coraje, valentía y sabiduría,

ven hoy, nuevamente a nosotros,

y así como actuaste aquella vez,

hoy nuevamente, ven y llénanos de ti,

para que podamos dar testimonio de ti,

anunciando que Jesús es nuestro Dios y Señor,

y que solo en Él y por Él tenemos la vida.

Ven, Espíritu Santo, y haz nuevas todas las cosas,

llenándonos de ti. Que así sea



TEXTO BÍBLICO a meditar y rezar: Jn. 20. 19-23

Al anochecer de aquel día, el primero de la semana, estaban los discípulos en una casa, con las puertas cerradas por miedo a los judíos. Y en esto entró Jesús, se puso en medio y les dijo: «Paz a vosotros». Y, diciendo esto, les enseñó las manos y el costado. Y los discípulos se llenaron de alegría al ver al Señor. Jesús repitió: «Paz a vosotros. Como el Padre me ha enviado, así también os envío yo». Y, dicho esto, sopló sobre ellos y les dijo: «Recibid el Espíritu Santo; a quienes les perdonéis los peca-dos, les quedan perdonados; a quienes se los retengáis, les quedan retenidos».

Juan, en su Evangelio, ha cuidado los detalles de la escena en que Jesús va a confiar a sus discípulos su misión. Quiere dejar bien claro ‘qué’ es lo esencial.

Jesús está en el centro de la comunidad llenando a todos de su paz y su alegría. Pero a los discípulos les espera una misión. Jesús no los ha convocado sólo para disfrutar de él, sino para hacerlo presente en el mundo.

Jesús los ‘envía’. No les dice en concreto a quiénes han de ir, qué han de hacer o cómo han de actuar: «Como el Padre me ha enviado, así también os envío yo». Su tarea es la misma de Jesús. No tienen otra: la que Jesús ha recibido del Padre. Tienen que ser en el mundo lo que ha sido él.

Ya han visto a quiénes se ha acercado, cómo ha tratado a los más desvalidos, cómo ha lle-vado adelante su proyecto de humanizar la vida, cómo ha sembrado gestos de liberación y de perdón. Las heridas de sus manos y su costado les recuerdan su entrega total. Jesús los en-vía ahora para que ‘reproduzcan’ su presencia entre las gentes.

Pero sabe que sus discípulos son frágiles. Más de una vez ha quedado sorprendido de su ‘fe pequeña’. Necesitan su propio Espíritu para cumplir su misión. Por eso, se dispone a hacer con ellos un gesto muy especial. No les impone sus manos ni los bendice, como hacía con los enfermos y los pequeños: ‘Exhala su aliento sobre ellos y les dice: Recibid el Espíritu San-to’. El gesto de Jesús tiene una fuerza que no siempre sabemos captar. Según la tradición bíblica, Dios modeló a Adán con ‘barro’; luego sopló sobre él su ‘aliento de vida’; y aquel barro se convirtió en un ‘viviente’. Eso es el ser humano: un poco de barro, alentado por el Espíritu de Dios. Y eso será siempre la Iglesia: barro alentado por el Espíritu de Jesús.

Creyentes frágiles y de fe pequeña: cristianos de barro, teólogos de barro, diáconos, sacerdotes y obispos de barro, comunidades de barro… Sólo el Espíritu de Jesús nos convierte en Iglesia viva.

Las zonas donde su Espíritu no es acogido, quedan ‘muertas’. Nos hacen daño a todos, pues nos impiden actualizar la presencia viva de Jesús. Muchos no pueden captar en nosotros la paz, la alegría y la vida renovada por Cristo.

No hemos de bautizar sólo con agua, sino infundir el Espíritu de Jesús. No sólo hemos de hablar de amor, sino amar a las personas como las amaba él.



MEDITACION ¿Qué me dice el Señor en el texto?

Con frecuencia seguimos a Jesús, lo acogemos, pero nos resulta difícil abandonarnos a Él con total confianza, dejando que el Espíritu Santo anime, guíe nuestra vida, en todas las decisiones. Tenemos miedo a que Dios nos lleve por caminos nuevos, nos saque de nuestros horizontes con frecuencia limitados, cerrados, egoístas, para abrirnos a los suyos.

La novedad que Dios trae a nuestra vida es lo que realmente nos realiza, lo que nos da la verdadera alegría, la verdadera serenidad, porque Dios nos ama y siempre quiere nuestro bien.

* ¿Estás abierto a las ‘sorpresas de Dios’?

* ¿O te encierras, con miedo, a la novedad del Espíritu?

* ¿Estás decidido a recorrer los caminos nuevos que la novedad presenta o te atrincheras en estructuras caducas, que han perdido la capacidad de respuesta?

A veces parece que se repita hoy lo que sucedió en Babel: divisiones, rivalidad, envidia, egoísmo…

* Pregúntate ¿cómo me dejo guiar por el Espíritu Santo, para que mi testimonio de fe sea de unidad y comunión?

* ¿Llevo la palabra de reconciliación y amor, que es el Evangelio, en los lugares donde yo vivo?

Llevar el Evangelio es proclamar y vivir la reconciliación, el perdón la paz, la unidad, el amor que el Espíritu Santo nos da.

* ¿Yo qué hago con mi vida? ¿Creo unidad a mi alrededor o divido con las críticas, la envidia, el desamor…?

ORACIÓN: ¿qué respondo al Señor que me habla en el texto?

> Ven Espíritu Santo y enséñanos a invocar a Dios con ese nombre entrañable de “Padre”

que nos enseñó Jesús.

> Ven Espíritu Santo y haznos caminar en la verdad de Jesús. Sin tu luz y tu aliento, olvida-remos una y otra vez su Proyecto del reino de Dios.

> Ven Espíritu Santo y enséñanos a anunciar la Buena Noticia de Jesús. Que no echemos cargas pesadas sobre nadie.

> Ven Espíritu Santo y aumenta nuestra fe para experimentar la fuerza de Jesús en el centro mismo de nuestra debilidad.

> Ven Espíritu Santo, transforma nuestros corazones y conviértenos a Jesús. Si cada uno de nosotros no cambia, nada cambiará en su Iglesia.

> Ven Espíritu Santo y defiéndenos del riesgo de olvidar a Jesús. Atrapados por nuestros miedos e incertidumbres, no somos capaces de escuchar su voz ni sentir su aliento.



CONTEMPLACIÓN: ¿cómo reflejo en mi vida lo que me dice el texto?

El Espíritu es el regalo que el Padre nos hace a los creyentes para llenarnos de vida.

EL Espíritu nos enseña a saborear la vida en toda su hondura, a no malgastarla, a no pasar 

superficialmente junto a lo esencial…

El Espíritu nos abre a una comunicación nueva y más profunda con Dios, con nosotros

mismos y con los demás.

El Espíritu nos libra del vacío interior y la soledad y nos devuelve la capacidad de dar y

recibir, de amar y ser amados.

El Espíritu nos enseña a estar atentos a todo lo bueno y sencillo, con una atención fraterna

a quien sufre porque le falta la alegría de vivir.

El Espíritu nos hace renacer cada día a pesar del desgaste, el pecado y el deterioro del

vivir diario.

El Espíritu es la vida misma de Dios que se nos ofrece como don. Es un regalo de Dios.

El Espíritu prepara tu corazón para acogerlo con fe sencilla y gratitud.

ACCIÓN: A qué me comprometo?

Ven, Espíritu Santo. Mira el vacío del hombre, si Tú le faltas por dentro.

Repite con frecuencia desde el fondo de tu corazón: ¡Soy tu enviado Señor, envíame donde quieras que anuncie tu Buena Noticia!

Profundiza en tu identidad de nacido del Espíritu en el bautismo y sus implicaciones en tu vivir de cada día.

Proponte extender en tu ambiente el fruto espiritual del perdón y la paz.

Evangelizar y anunciar a Jesús genera alegría. Trasmite y da testimonio de la nove-dad, la esperanza y la alegría que el Señor trae a la vida.


ORACIÓN:

Derrama abundantemente tu Espíritu sobre nosotros,

ensancha nuestros horizontes,

acrecienta nuestra esperanza, fortalece nuestra fe y haz

más viva y concreta nuestra caridad.

Padre de bondad, que podamos romper las barreras,

disipar los miedos, y arrojar de nosotros

las falsas seguridades que nos impiden mostrar tu rostro de Padre

lleno de ternura y vida plena para todos. Amén


En esta celebración de Pentecostés, recemos por nuestra Patria. En este año en el que celebramos el bicentenario de nuestra independencia, existen varios motivos para pedirle al Espíritu Santo que nos ilumine y que encienda nuestro corazón con su presencia y nos inunde con la misericordia del Padre.