Cada 29 de junio, en la solemnidad de
San Pedro y San Pablo, apóstoles, recordamos a estos grandes testigos de
Jesucristo y, a la vez, hacemos una solemne confesión de fe en la Iglesia una,
santa, católica y apostólica.
Pedro, el amigo frágil y apasionado de
Jesús, es el hombre elegido por Cristo para ser “la roca” de la Iglesia: “Tú
eres Pedro y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia” (Mt 16,16). Aceptó con
humildad su misión hasta el final, hasta su muerte como mártir. Su tumba en la
Basílica de San Pedro en el Vaticano es meta de millones de peregrinos que
llegan de todo el mundo.
Pablo, el perseguidor de cristianos que
se convirtió en apóstol de los gentiles, es un modelo de evangelizador para
todos los católicos porque después de encontrarse con Jesús en su camino, se
entregó sin reservas a la causa del Evangelio.
En
esta Jornada del Papa estamos invitados, de manera especial, a meditar en el
ministerio del Sucesor de Pedro, el Papa, a orar por él. El Romano Pontífice,
como Sucesor de Pedro, es el principio y fundamento perpetuo y visible de
unidad así de los obispos como de la multitud de los fieles. Es Pastor de toda
la Iglesia y tiene potestad plena, suprema y universal. Es el Vicario de
Cristo.