Glorioso San Antonio María Gianelli, Apóstol de la Virgen del Huerto: alcánzanos tu devoción a la Madre de Dios, y mediante Ella la salvación de nuestras almas.


Marcos (8, 1-2)  “En esos días, volvió a reunirse una gran multitud, y como no tenían qué comer, Jesús llamó a sus discípulos y les dijo: «Me da pena esta multitud, porque hace tres días que están conmigo y no tienen qué comer…”


Nos dice el Santo Fundador, Antonio M. Gianelli:


Jesús un día se retiró al monte a rezar, pero la multitud lo siguió para escuchar su palabra… y continuó junto a él por tres días… Jesús sintió pena por ellos, vio sus necesidades, las considera y piensa en proveer. Lo hace con la solicitud de un Padre, que está atento y deseoso de satisfacer las necesidades de sus hijos. Esta es la actitud de Dios Padre hacia nosotros, también cuando nosotros no conocemos nuestras necesidades, aún cuando nosotros somos ingratos…Nos provee también cuando nosotros nos sentimos abandonados… Dios socorre, Dios provee a quien confía en Él, como ha confiado el pueblo que lo seguía…La Providencia no permanece inactiva, depende de nosotros tenerla siempre propicia, prodiga para nuestras necesidades.

Acción para el día: Repetir con frecuencia y vivir esta palabra del Fundador: “Señor, que sienta compasión por mis hermanos necesitados” De lo dicho por Jesús y por el P. Fundador, nos proponemos vivir, como VALOR,   la COMPRENSIÓN

 


Oración final:


Oh San Antonio María Gianelli, lleno de confianza, a Vos recurro en mis necesidades y particularmente en la que me aflige al presente (se nombra). Haz brillar el poder de Dios, socorriéndome según mis deseos, si no son contrarios a la Divina Voluntad.
Habla por mí a aquella Virgen Milagrosa de quien fuiste la flor más preciada que brotó en su Huerto de Chiávari, para que Ella, que es tan poderosa ante su divino Hijo, me alcance la Gracia que tanto anhelo, y así consolado por Vos y por Ella, pueda servir mejor al Señor en los días que me conceda de vida, y después gozarle  contigo y con la Virgen Santísima, en la eterna Bienaventuranza. Amén