Glorioso San Antonio María
Gianelli, alcánzanos tu amor a la Iglesia santa y una fidelidad inquebrantable
a todas sus enseñanzas y preceptos.
Mateo 8, 5-13
“… se le acercó un centurión y le rogó diciendo: ‘Señor, mi
criado yace en casa paralítico con terribles sufrimientos’.
Jesús le dijo:
‘Yo iré a curarlo.’ Replicó el centurión: ‘Señor, no soy digno de que entres
bajo mi techo; basta que lo digas de palabra y mi criado quedará sano.
Porque también yo, que soy un subalterno, tengo soldados a mis órdenes, y digo
a éste: ‘Vete’, y va; y a otro: ‘Ven’, y viene; y a mi siervo: ‘Haz
esto’, y lo hace’. Al oír esto Jesús quedó admirado y dijo a los que le
seguían: ‘Les aseguro que en Israel no he encontrado en nadie una fe tan
grande. (…) Y dijo Jesús al centurión: ‘Anda; que te suceda como has creído’. Y
en aquella hora sanó el criado.
Nos dice
el Santo Fundador, Antonio M. Gianelli:
“La fe que
salva debe ser pura en sus máximas; segura en aquello que cree y enseña; debe
ser fecunda en buenas obras: lo que está en lo íntimo, debe expresarse en
buenas obras. ¿Es tal nuestra fe? Si es así, felices ustedes. Nútranla,
aliméntenla y serán salvados. Y si no fuese así, tienen necesidad de reformarla.
Mis queridos, pongan manos a la obra
porque la fe es nuestra única posibilidad de salvación. Ojalá se nos
pueda decir también a nosotros, como al Centurión del Evangelio: Vete, y que te
suceda según lo que has creído”. (A. Gianelli, Prediche sul Vangelo, tomo
II, p.88).
Acción
para el día: Repetir con frecuencia y vivir esta palabra del Fundador: “Señor, haz
que mi fe sea fecunda en obras buenas”. De lo dicho por Jesús y por el P.
Fundador, nos proponemos vivir, como VALOR, la GRAN CONFIANZA EN EL
SEÑOR
Oración final:
Oh San Antonio María
Gianelli, lleno de confianza, a Vos recurro en mis necesidades y
particularmente en la que me aflige al presente (se nombra). Haz brillar el
poder de Dios, socorriéndome según mis deseos, si no son contrarios a la Divina
Voluntad. Habla por mí a aquella Virgen Milagrosa de quien fuiste la flor más
preciada que brotó en su Huerto de Chiávari, para que Ella, que es tan poderosa
ante su divino Hijo, me alcance la Gracia que tanto anhelo, y así consolado por
Vos y por Ella, pueda servir mejor al Señor en los días que me conceda de vida,
y después gozarle contigo y con la Virgen Santísima, en la eterna Bienaventuranza. Amén.