“Cuando hablamos de
“vocación” no se trata sólo de elegir una u otra forma de vida, de dedicar la
propia existencia a un ministerio determinado o de sentirnos atraídos por el
carisma de una familia religiosa, de un movimiento o de una comunidad eclesial;
se trata de realizar el sueño de Dios, el gran proyecto de la fraternidad que
Jesús tenía en el corazón cuando suplicó al Padre: «Que todos sean uno» (Jn
17,21).
Toda vocación en la
Iglesia, y en sentido amplio también en la sociedad, contribuye a un objetivo
común: hacer que la armonía de los numerosos y diferentes dones que sólo el
Espíritu Santo sabe realizar resuene entre los hombres y mujeres. Sacerdotes,
consagradas, consagrados y fieles laicos caminamos y trabajamos juntos para
testimoniar que una gran familia unida en el amor no es una utopía, sino el
propósito para el que Dios nos ha creado.”
Papa
Francisco…