19 DE DICIEMBRE
IV DOMINGO DE ADVIENTO
En el cuarto domingo de Adviento encendemos
la última vela de la corona como símbolo de que el Señor está cerca y viene a
traernos la alegría de la paz. Oremos junto a María, quien es “Morada de la
Luz”.
Alegrémonos porque el Señor está cerca de
nosotros y nos trae la reconciliación. Al encender la cuarta y última vela de
nuestra corona, que este símbolo nos recuerde la proximidad de la venida del
Señor Jesús, que viene a traernos alegría y esperanza.
La presencia del Señor Jesús entre
nosotros nos llena de gozo y alegría. Es la Madre quien nos lo hace cercano,
quien permite que esa Luz llegue e ilumine nuestra vida.
Padre
misericordioso, que quisiste que tu Hijo se encarnara en el seno de Santa María
Virgen, escucha nuestra súplicas y concédenos tu gracia para que sepamos acoger
al Señor Jesús, tu Hijo, que contigo vive y reina en unidad del Espíritu Santo
y es Dios por los siglos de los siglos.
Tiempo
de Adviento, tiempo de espera. Dios que se acerca, Dios que ya llega. Esperanza
del pueblo, la vida nueva.
El don
precioso de la Navidad es la paz
Él
viene a traer al mundo el don de la paz: “En la tierra, paz a los hombres que
él ama” (Lc 2, 14), como anunciaron a coro los ángeles a los pastores. El don
precioso de la Navidad es la paz, y Cristo es nuestra paz verdadera. Y Cristo
llama a nuestros corazones para darnos la paz. La paz del alma. Abramos las
puertas a Cristo.
Nos
encomendamos a la intercesión de nuestra Madre y de San José, para vivir una
Navidad verdaderamente cristiana, libres de toda mundanidad, dispuestos a
acoger al Salvador, el Dios-con-nosotros