Jesús les dijo: «Yo
soy el pan de vida. El que viene a mí nunca tendrá hambre y el que cree en mí
nunca tendrá sed. Jn. 6, 35
Conocida como
Solemnidad del Santísimo Cuerpo y Sangre de Cristo, esta fiesta honra a
Jesucristo, verdadera y realmente presente substancialmente bajo las
apariencias del pan y del vino. Esa Presencia ocurre gracias a un cambio que la
Iglesia llama transubstanciación (cambio de sustancia), en el momento en que el
sacerdote, durante la Consagración en la Misa, dice las palabras que el mismo
Cristo pronunció sobre el pan y el vino: “Este es Mi Cuerpo”, “Esta es Mi
Sangre”, “Hagan esto en memoria Mía”.
Al recibir la Santa
Comunión, obedeciendo el mandato de Jesús de comer Su Carne y beber Su Sangre,
nos unimos personalmente al mismo Jesús. No se trata de un Jesús místico ni
espiritual, y mucho menos metafórico o simbólico. Jesús asumió nuestra
naturaleza humana (cuerpo y alma) al encarnarse; Su Cuerpo fue clavado en la
Cruz y Su Sangre se derramó en la hora de Su Muerte; y al tercer día Resucitó
con Su Cuerpo y Alma. Y continúa dándonos salvación y gracia, inmediata y
directamente a través de Su Sagrado Cuerpo y Sangre encarnados, así como nos
salvó y así como lo prometió y leemos en Juan capítulo 6.