¡Oh María, Reina y Madre del Carmelo!
Vengo hoy a consagrarme a Ti, pues toda mi vida es como un pequeño tributo por
tantas gracias y beneficios como he recibido de Dios a través de tus manos.
Porque Tú miras con ojos de particular
benevolencia a los que visten tu escapulario, te ruego que sostengas con tu
fortaleza mi fragilidad, ilumines con tu sabiduría las tinieblas de mi mente y
aumentes en mí la fe, la esperanza y la caridad, para que cada día pueda
rendirle el tributo de mi humilde homenaje.
Que el santo escapulario atraiga sobre mí
tus miradas misericordiosas, sea para mí prenda de tu particular protección en
luchas de cada día y constantemente me recuerdes el deber de pensar en Ti y
revestirme de tus virtudes.
Oh, Madre amabilísima, sostenme con tu amor.