Santa Rosa de Lima en palabras de San Juan Pablo II…
Joven
mestiza, enamorada de Cristo y de su cruz, Rosa representa una primicia de
santidad florecida en América precisamente en el alba del anuncio del
Evangelio. El santuario dedicado a ella, meta de constantes peregrinaciones, lo
forman la iglesia, el jardín y la casa en la cual vivió y murió el 24 de agosto
de 1617, cuando tenía poco más de 30 años.
Muy
jovencita aún, Rosa vistió el hábito de la Tercera Orden de Santo Domingo. En
el jardín de su casa ella misma construyó una ermita, donde se dedicó a la
oración y a la penitencia, realizando notables progresos en el camino de la
virtud y de la contemplación de los misterios divinos. La ermita se transformó
en un grandioso templo.
Primera
santa de América, Rosa de Lima, con su vida sencilla y austera, su carácter
dulce, su ardiente palabra y su apostolado entre los pobres y los enfermos, fue
también una intrépida evangelizadora, testimonio elocuente del papel decisivo
que la mujer ha tenido y sigue teniendo en el anuncio del Evangelio.
“Señor, Dios nuestro, Tú has
querido que Santa Rosa se consagre totalmente a ti, por su amor virginal, y por
su penitencia de amor. Haz que guiados por el ejemplo de su caridad, seamos
fecundos en el servicio del amor al prójimo, como buenos testigos del amor de
Cristo”. Amén.