an Cayetano, tú fuiste un verdadero modelo de

virtudes entre los sacerdotes de tu tiempo. Nunca

buscaste recompensa o pago alguno por tu

ministerio y enseñaste a las personas a rezar el

Rosario y a desarrollar el hábito de las devociones

a los santos.

Tú fuiste verdaderamente un pastor espiritual y tu preocupación estuvo dirigida siempre a

la

salvación de las almas. Pero a pesar de todo esto,

también sabías que con

los estómagos

hambrientos, los fieles tendrían serias dificultades

en la comprensión de la Palabra de Dios.

Te embarcaste en la hermosa aventura de

ayudarlos, no sólo dándoles pan, sino ayudándolos

a ganarse la vida mediante el trabajo digno.