El 2 de julio de 1844 San Antonio María Gianelli canta a la Madre de Dios:
“Oh, María, dulce, amorosísima Madre,
que tanto te complaciste en preparar este Huerto y tanto lo cultivaste,
convirtiéndolo en paraíso de delicias
que nos recuerdan y nos hacen desear las eternas,
María, que hiciste de tu dulce imagen fuente de gracia,
y la distinguiste con tantos prodigios,
y la asentaste aquí como manantial de eterna vida;
oh, Virgen Santa, lleva a término tu gran obra,
y haz que no haya nadie entre nosotros,
ni venga jamás al Huerto quien no venga a buscar,
a encontrar, a gustar del Paraíso que tú plantaste.
Haz que nosotros lo encontremos siempre;
que siempre podamos decir y cantar en nuestra vida
y recordar en el momento de la muerte:
Tú fuiste nuestra amorosísima Madre,
nos alimentaste y nutriste en el Huerto de tus delicias,
nos abrevaste en el rico manantial de tus gracias;
el paraíso de tu Huerto nos ha hecho merecedores del paraíso del cielo,
y nosotros estaremos contigo para siempre en el paraíso”