“La
Cuaresma nos recuerda cada año que el bien, como también el amor, la justicia y
la solidaridad, no se alcanzan de una vez para siempre; han de ser conquistados
cada día. Por tanto, pidamos a Dios la paciente constancia para no desistir en
hacer el bien, un paso tras otro. Quien caiga tienda la mano al Padre, que
siempre nos vuelve a levantar. Quien se encuentre perdido, que no tarde en
volver a Él, que es rico en perdón. En este tiempo de conversión, apoyándonos
en la gracia de Dios y en la comunión de la Iglesia, no nos cansemos de sembrar
el bien. El ayuno prepara el terreno, la oración riega, la caridad fecunda.
Tenemos la certeza en la fe de que si no desfallecemos, a su tiempo
cosecharemos y de que, con el don de la
perseverancia, alcanzaremos los bienes prometidos (cf. Hb 10,36) para nuestra
salvación y la de los demás (cf. 1 Tm 4,16). Practicando el amor fraterno con
todos nos unimos a Cristo, que dio su vida por nosotros (cf. 2 Co 5,14-15), y
empezamos a saborear la alegría del Reino de los cielos, cuando Dios será todo
en todos (1 Co 15,28)”. PAPA FRANCISCO.