Hoy, 8 de diciembre, la Iglesia celebra la Inmaculada Concepción de la Santísima Virgen María. En virtud de ello, los católicos celebramos el designio de Dios según el cual la Madre de Jesús fue preservada del pecado original desde el momento mismo de su concepción, es decir, desde el inicio de su vida humana. Que María haya sido concebida sin pecado es algo que puede entenderse dentro del plan divino de salvación. La Inmaculada Concepción de María constituye un dogma de fe y, por lo tanto, todo católico debe creer y defender dicha convicción, preservada en el corazón mismo de la Iglesia.

A mediados del siglo XIX, el Papa Pío IX, después de recibir numerosos pedidos de obispos y fieles de todo el mundo, en comunión con toda la Iglesia, proclamó la bula “Ineffabilis Deus” (Dios inefable) con la que quedó decretado este dogma mariano.

El día elegido para la proclamación del dogma fue el 8 de diciembre de 1854. Unos tres años después, la Virgen María, en una de sus apariciones en Lourdes, se presentó ante la humilde pastorcita Santa Bernardita Soubirous con estas palabras: “Yo soy la Inmaculada Concepción”.

Eres toda belleza, María. En Ti vemos la alegría completa de la vida dichosa con Dios.

Haz que nunca perdamos el rumbo en este mundo: que la luz de la fe ilumine nuestra vida,

que la fuerza consoladora de la esperanza dirija nuestros pasos, que el ardor entusiasta del amor inflame nuestro corazón, que nuestros ojos estén fijos en el Señor, fuente de la verdadera alegría. Amén.