Los últimos meses de vida de Gianelli
fueron como una pausa del buen soldado que se prepara a la última victoria.
Durante este tiempo fue afligido por una larga enfermedad que, luego de una
breve convalecencia, lo condujo a su fin.
Si
bien ya estaba, manifiestamente debilitado, prosiguió en el regular gobierno de
la Diócesis, así como en el interés por sus obras y por sus colaboradores. Su aspecto acusaba claramente el sufrimiento.
Difundida la noticia de la enfermedad
que lo aquejaba, se vio un espectáculo edificante y conmovedor: por todas
partes por donde él había pasado, como intrépido e infatigable obrero de la
Viña se levantó un coro de devotas súplicas al Cielo.
Antes de recibir el santo Viático, dijo
palabras conmovedoras y, una vez recibido el Señor descansó. Piadosamente, nuestro Santo, entregó su alma al
Señor, en la mañana del 7 de junio de 1846.
San Antonio María Gianelli, por el gran amor con el que
amaste a tu pueblo y fuiste para él Padre y Maestro, y por los heroicos
sacrificios que sobrellevaste por tu salvación, haz que también nosotros
amemos, con un amor generoso y sin fronteras, a todos los que nos son confiados
por la Providencia y estemos dispuestos a dar la vida por ellos. Amén.