Joven: ¿qué prisa
te mueve? ¿Qué te impulsa a moverte, que no puedes quedarte quieto? La prisa de
María es la de quien no puede dejar de compartir los dones recibidos del Señor.
Como el suyo, nuestro camino está habitado por Dios, que nos lleva a cada uno
de nuestros hermanos, para compartir con ellos sus angustias y vicisitudes.
La prisa «buena»
siempre nos empuja hacia arriba y hacia los demás. Hay prisas «malas» nos
llevan a vivir superficialmente, a tomar todo a la ligera, sin comprometernos
con nada, sin poner el corazón en las cosas que hacemos ni en las relaciones
que mantenemos con los demás (familia, amistad, escuela, trabajo…).
El momento de
levantarse es ahora. Imitando a María, llevemos a Jesús dentro de nosotros y
dejemos que el Espíritu nos ponga en camino, sin esperar ni un momento, para
llevarlo a los demás.