“Jesús, está aún y siempre
entre nosotros: de ahí derivan nuestra fuerza, nuestra perseverancia y nuestra
alegría" (Papa Francisco)
En el Evangelio de San Lucas 24,
50-53 se narra cómo, después de dar las últimas instrucciones a los Apóstoles,
los llevó cerca de Betania y mientras los bendecía, alzando las manos, subió al
Cielo. Los Apóstoles lo vieron alejarse hasta que desapareció en una nube.
Con su Ascensión al Cielo, Jesús
nos abre las puertas para que podamos seguirle. La Ascensión es para todos los
cristianos un símbolo de esperanza, pues sabemos que Cristo está sentado a la
derecha del Padre, intercediendo por nosotros y que un día podremos llegar con
Él a gozar de la felicidad eterna. Por esto, celebramos la fiesta con una Misa
solemne. Durante la celebración de la Misa, puede haber una procesión solemne,
con incienso. El crucifijo se adorna de blanco, se llevan luces y flores.
“El Cielo al que Jesús ascendió no es lejanía, sino
ocultamiento y custodia de una presencia que no nos abandona jamás, hasta que
él vuelva en la gloria”. (San Juan Pablo II).