“¡Oh
Nombre de la Madre de Dios, tú eres el amor nuestro!”
Cada
12 de septiembre la Iglesia celebra el Santísimo Nombre de la Madre de Dios:
“María”. Así lo consigna San Lucas en su Evangelio, para veneración de todos
los cristianos: “el nombre de la virgen era María” (Lc. 1, 27).
MARÍA…
Reina y Señora la llamarán todas las generaciones. María, joven, mujer, virgen,
ciudadana de su pueblo, esposa y madre, esclava del Señor. Dulce mujer que
recibe a su niño en las condiciones más pobres, pero que con su calor lo
envuelve en pañales y lo acuna. María valiente que no teme huir a Egipto para
salvar a su hijo. Compañera del camino, firme en interceder ante su hijo cuando
ve el apuro de los novios en Caná, mujer fuerte con el corazón traspasado por la
espada del dolor de la Cruz de su Hijo y recibiendo en sus brazos su Cuerpo
muerto. Sostén de la Iglesia en sus primeros pasos con su maternidad abierta a
toda la humanidad. María, decidida y generosa. María, fiel y amiga. María
fuerte y confiada. María, Inmaculada, Madre, Estrella de la Evangelización.
Por
primera vez, se autorizó la celebración de esta fiesta en 1513, en la ciudad
española de Cuenca; desde ahí se extendió por toda España y en 1683, el Papa
Inocencio XI la admitió en la iglesia de occidente como una acción de gracias
por el levantamiento del sitio a Viena y la derrota de los turcos por las
fuerzas de Juan Sobieski, rey de Polonia.