10 DE
ABRIL
DOMINGO DE RAMOS
El Domingo de Ramos es simbólicamente la
“puerta de entrada” en la que los cristianos nos preparamos para entrar en la
Semana Santa y, por tanto, para dirigirnos a la Pascua. Todavía hoy, como en
tiempos de Jesús, la bendición de las palmas atrae a multitudes.
Cada año, el Evangelio de la entrada
triunfal de Jesús en Jerusalén le da todo su sentido a la bendición de las
palmas. Revivimos los momentos en los que la multitud acoge a Jesús en la
ciudad de David, “ciudad símbolo de la humanidad” (Juan Pablo II), como un rey,
como el Mesías esperado desde hacía varios siglos. Aclaman a Jesús a las voces
“Bendito el que viene en nombre del Señor” y “Hosanna” (en hebreo, esto
significa literalmente “¡Salva, pues!”, y se ha convertido en una exclamación
de triunfo pero también de alegría y de confianza).
Jesús es un Rey pero un Rey de paz, de
humildad y de amor. Sobre un asno, una montura modesta, un animal de carga, el
Señor se presenta a la multitud. Zacarías había anunciado (9,9): “He aquí que
viene a ti tu rey: justo él y victorioso, humilde y montado en un asno, en un
pollino, cría de asna”.
La gente tendía sus mantos a su paso, lo
cubría de palmas, como relata Mateo en su Evangelio: “La gente, muy numerosa,
extendió sus mantos por el camino; otros cortaban ramas de los árboles y las
tendían por el camino” (Mt 21,8).
Todavía hoy, la bendición de las palmas
atrae a multitudes. Estas palmas y ramas de olivo se pueden conservar en casa
hasta el año siguiente. Símbolo de vida y de resurrección, el ramo es portador
de bien. Se coloca en las casas o adorna los crucifijos: hace entrar a Jesús
resucitado en nuestras casas.