Id por todo el mundo 

Aquella mañana, Jesús salió al encuentro de las mujeres y les dijo que avisasen a sus hermanos para que fuesen a Galilea, porque allí lo verían. Con esta buena noticia los discípulos marcharon al monte que Jesús les había indicado. Allí le vieron y al verle le adoraron. Jesús, entonces, se acercó a ellos y les dijo: «Id, pues, y haced discípulos a todas las gentes bautizándolas en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo».

 

Esta misión que el mismo Jesús comunicó una vez resucitado y que se ha ido viviendo de generación en generación, de cristianos a cristianos, es la misma que nosotros también tomamos ahora. Todos nosotros hemos sido llamados por Jesús para anunciar su evangelio entre los niños, jóvenes, adultos, sanos y enfermos, y todos hemos respondido de forma generosa.

Por este motivo, por ser Jesús el autor de la llamada, es por lo que nos encontramos reunidos ante su presencia. Para pedirle las fuerzas, el ánimo, la fe y el don necesario para ser fieles a ese mensaje que un día dio a sus discípulos y que ahora nos comunica a nosotros: «Id por todo el mundo y haced discípulos a todas las gentes».

 

“SER CRISTIANO Y SER MISIONERO ES LA MISMA COSA”  (Papa Francisco)

                                                                   

 “Evangelizar a los pobres es la misión de Jesús, según cuanto Él dice; esta es también la misión de la Iglesia, y de todo bautizado en la Iglesia. Ser cristiano y ser misionero es la misma cosa.

Anunciar el Evangelio, con la palabra y, sobre todo, con la vida, es la finalidad principal de la comunidad cristiana y de cada uno de sus miembros. Se nota que Jesús dirige la Buena Nueva a todos, sin excluir a nadie, incluso privilegiando a los más lejanos, a los que sufren, a los enfermos, a los descartados de la sociedad”.

Evangelizar a los pobres: “Significa sobre todo acercarse a ellos, significa tener la alegría de servirlos, de liberarlos de su opresión, y todo esto en el nombre y con el Espíritu de Cristo, porque Él es el Evangelio de Dios, Él es la Misericordia de Dios, Él es la liberación de Dios, Él es quien se ha hecho pobre para enriquecernos con su pobreza”. Por eso, concluía: “Los pobres son el centro del Evangelio”.

 “La Virgen María, Madre de los evangelizadores, nos ayude a sentir con fuerza el hambre y la sed del Evangelio que hay en el mundo, sobre todo en el corazón y la carne de los pobres. Y obtenga para cada uno de nosotros y para cada comunidad cristiana el testimoniar de modo concreto la misericordia, la gran misericordia que Cristo nos ha donado”.

 

DEJEMOS QUE SU FUEGO ARDA EN NUESTRO INTERIOR  -  A. GIANELLI  MISIONERO

 

 “Y en primer lugar recuerdo a todos que ser misionero solamente de nombre no basta. Hay que tener el espíritu misionero, el cual, siendo caridad, suele ser, más aún, debe ser operativo"

“Bien sé que algunas veces no se puede verdaderamente aquello que se querría; pero cuántas cosas se harían si tuviéramos la verdadera caridad, cosas que ahora no hacemos porque nos falta y nos imaginamos que no podemos. Yo os ruego, carísimos, que os examinéis un poco en la presencia de Dios y ver si en este punto habéis hecho verdaderamente toda clase de esfuerzos”.

“Quien no lo ha hecho, hágalo, y quien lo ha hecho hasta aquí siga haciéndolo en lo sucesivo y sin hacerse buscar ni rogar, ofrezca su nombre espontáneamente a los asistentes para cuantas obras le parezca que puede,…”.

 

“Me parece también oportuno encarecer a todos a la antigua unión por la que  los que no podían ir a la misión, se prestaban a echar una mano a los que iban y les socorrían en el desempeño de sus deberes”.

 

“Recomiendo encarecidamente, por fin, aquella irreprensible y edificante conducta que los buenos misioneros deben tener en todo tiempo y en todo lugar. Tened por seguro, hijos míos, (… ) que quien tiene poco celo en su casa, quien es frío, quien es lánguido, quien es indiferente en casa, así es también o algo más en misión y muy a menudo en vez de cooperar a la conversión de las almas, coopera a estropear la misma misión”.

 

“Encendamos, pues, en nosotros el verdadero anhelo de la divina gloria y de la salvación de las almas y entones seremos verdaderos, celosos, activos misioneros... Pero ¿cómo se encenderá en nosotros este anhelo si nos desentendemos de nuestra propia santificación? Sea este pues, el primer           cuidado, el primer afán, el primer empeño, y en pos de esto vendrá aquel fuego que, según el Evangelio enciende el mundo”[1]

 

“Es mejor ser pocos y resueltos que muchos e inertes. El soldado que no combate causa gran estorbo a los valerosos”.

 

“Sintámonos todos urgidos  a prepararnos para las santas misiones, para las cuales cada uno debe estar dispuesto a sacrificar algo. Muy ruin Misionero es el que no sabe ir a misión como no sea cuando está libre de todos los obstáculos y cuando una misión no le ha de costar sacrificios. Yo creería que ese tal no merece en modo alguno un nombre tan gran grande. Preparémonos, pues con el estudio, y con la oración,... y también con un capital de paciencia. Crezcamos sobre todo en el celo, en la perfecta caridad hacia Dios y hacia las almas... Y todos los obstáculos terminarán"[2].

“Es necesario fatigarse en la viña del Señor. Animo, sed valerosos, no sólo para extirpar las malas hierbas y para cuidar la buena semilla y las buenas plantas, sino también para mantener alejadas las aves rapaces que están escondidas por doquier, hasta que el grano escogido sea recogido en los graneros del Señor y vosotros os hayáis merecido recibir la recompensa por vuestros afanes….”[3]



[1] GIANELLI , A., Carta nº 249 a Don Nicolás Barabino y a los Congregados de Chiávari

[2] GIANELLI , A., Carta nº 208, a los socios misioneros de la congregación de san Alfonso de Chiavari del 23 de enero de 1842

[3] GIANELLI , A., Prédicas, Vol II, p. 10.