Glorioso San Antonio María Gianelli, alcánzanos tu amor a la Iglesia santa y una fidelidad inquebrantable a todas sus enseñanzas y preceptos.


Mateo (2, 1-2; 9-12). “Habiendo nacido Jesús en Belén de Judá, durante el reinado de Herodes, vinieron unos Magos de Oriente a Jerusalén, y preguntaron: « ¿Dónde está el rey de los judíos que ha nacido?, porque hemos visto su estrella en Oriente y venimos a adorarlo.» (…) los magos prosiguieron su camino. La estrella que habían visto en Oriente iba delante de ellos, hasta que se paró sobre el lugar en que estaba el niño. Al ver la estrella se alegraron mucho, y, habiendo entrado en la casa, hallaron al niño que estaba con María, su madre. Se postraron para adorarlo y, abriendo sus cofres, le ofrecieron regalos: oro, incienso y mirra.
Luego regresaron a su país por otro camino, porque se les avisó en sueños que no volvieran donde Herodes”


Nos dice el Santo Fundador, Antonio M. Gianelli:

Tres grandes Personajes, que vienen del más lejano Oriente, y vienen para reconocer y adorar a un Niño, Rey ciertamente pero no reconocido todavía…Yo estoy maravillado, yo estoy sorprendido y anonadado… por su gran fe, sobre aquella fe por la que dejan patria y hogar, familia y pertenencias, honores y reino y emprenden arriesgadamente la aventura de un camino interminable, de gastos enormes, de molestias, de fatigas e incluso de muerte… Alegres por haber conocido a aquel Dios Salvador… encendidos en aquel fervor y aquel celo que habían aprendido junto a la cuna del Divino Infante, volaron a sus patrias, impacientes por revelar, por predicar a todos y a todo el mundo su fe. Deberíamos nosotros enardecernos, volar, instruir, predicar, sufrir, vencer toda reserva, todo obstáculo para hacer que todos lo conozcan, que todos lo adoren, todos lo sigan.

 
Acción para el día: Repetir con frecuencia y vivir esta palabra del Fundador: “Señor, que el amor sea la fuente de mi alegría” De lo dicho por Jesús y por el P. Fundador, nos proponemos vivir, como VALOR,   la ALEGRÍA.


Oración final:


Oh San Antonio María Gianelli, lleno de confianza, a Vos recurro en mis necesidades y particularmente en la que me aflige al presente (se nombra). Haz brillar el poder de Dios, socorriéndome según mis deseos, si no son contrarios a la Divina Voluntad.
Habla por mí a aquella Virgen Milagrosa de quien fuiste la flor más preciada que brotó en su Huerto de Chiávari, para que Ella, que es tan poderosa ante su divino Hijo, me alcance la Gracia que tanto anhelo, y así consolado por Vos y por Ella, pueda servir mejor al Señor en los días que me conceda de vida, y después gozarle  contigo y con la Virgen Santísima, en la eterna Bienaventuranza. Amén.