Glorioso San Antonio María Gianelli, ilustre Fundador del Instituto del Huerto: alcánzanos un ardiente amor a Jesús, para seguir sus pasos hasta llegar a la santidad cristiana.


Mateo: (6, 5-9). “Cuando ustedes oren, no hagan como los hipócritas: a ellos les gusta orar de pie en las sinagogas y en las esquinas de las calles, para ser vistos. Les aseguro que ellos ya tienen su recompensa.
Tú, en cambio, cuando ores, retírate a tu habitación, cierra la puerta y ora a tu Padre que está en lo secreto; y tu Padre, que ve en lo secreto, te recompensará.
Cuando oren, no hablen mucho, como hacen los paganos: ellos creen que por mucho hablar serán escuchados. No hagan como ellos, porque el Padre que está en el cielo sabe bien qué es lo que les hace falta, antes de que se lo pidan. Ustedes oren de esta manera: Padre nuestro que estás en los cielos…”

Nos dice el Santo Fundador, Antonio M. Gianelli:


“…el medio sobre el que más se apoya nuestra esperanza… es la santa oración (…) ¿Qué es lo que nos ayuda eficazmente a esquivar el pecado, a honrar a Dios, a hacer su voluntad, o bien a arrepentirnos, a convertirnos?... Y en cuanto a arrepentirse, a levantarse del pecado, a amar el bien, a buscar el Paraíso, a arder en amor de Dios, a volar más que a correr por el camino de la perfección, ¿hay cosa más que nos ayude que la oración?... traten de inflamar en un santo deseo de practicarla con frecuencia, proponiendo a su consideración la necesidad y la utilidad de la misma oración…”


Acción para el día: Repetir con frecuencia y vivir esta palabra del Fundador: “Señor, dame perseverancia en la oración” De lo dicho por Jesús y por el P. Fundador, nos proponemos vivir, como VALOR,   la CONSTANCIA en la ORACIÓN

 


Oración final:


           
Oh San Antonio María Gianelli, lleno de confianza, a Vos recurro en mis necesidades y particularmente en la que me aflige al presente (se nombra). Haz brillar el poder de Dios, socorriéndome según mis deseos, si no son contrarios a la Divina Voluntad.
            Habla por mí a aquella Virgen Milagrosa de quien fuiste la flor más preciada que brotó en su Huerto de Chiávari, para que Ella, que es tan poderosa ante su divino Hijo, me alcance la Gracia que tanto anhelo, y así consolado por Vos y por Ella, pueda servir mejor al Señor en los días que me conceda de vida, y después gozarle  contigo y con la Virgen Santísima, en la eterna Bienaventuranza.
Amén